Cuando niño me comí un grillo
No lo mastiqué, y él se acomodó entre mis dientes
Al principio nos ignorábamos, casi ni intercambiábamos palabra
Hasta que un día me enseñó a brincar… Así como él lo hace
Y una de nuestras noches de insomnes, yo le enseñé a cantar
Hoy luego de tantos años de amistad, decidí abrir los labios y dejarlo partir
Pues ambos estamos viejos y cansados
Escribes cosas tan dulces y tan llenas de melancolia que a medida que iba leyendo me vino ganas de llorar, con un llanto silencioso que partiendo de mi corazon pudo escucharse en el infino del universo.
ResponderEliminarDoy gracias a Dios por tenerte a ti y leerte cuando tu lo quieres.